Camino en la noche, lento y pausado,
deleitándome en el paso. Mi estómago está agradecido y por mis venas corre el
cálido recuerdo del vino. Las calles están húmedas, y en el aire se nota esa
claridad que queda después de una lluvia nocturna, incluso parece que las
farolas brillan más y que la luna es más blanca. Con las manos en los bolsillos
me dirijo a mi hogar, saboreando las gotas de agua que aún flotan en el
ambiente.
Me encuentro con poca gente. Es tarde y mi
barrio no es un sitio dónde los vecinos gusten de hablar y sentarse a las
puertas de las casas, sino más bien todo lo contrario. No importa. Disfruto de estos
momentos en los que consigo que la soledad me acompañe, un cambio para lo que
son mis días. Mis sentidos parecen haberse agudizado con esta atmósfera
tranquila y serena. Escucho a lo lejos los gritos de unos niños jugando en un
parque cercano, ocultos a mí por los edificios que me rodean; huelo aromas de
comidas caseras, cenas tardías que las familias disfrutan en estos momentos, y
que casi creo saborear en mi boca; el viento fresco que viene del río roza mi
cara y alborota ligeramente mi pelo, haciéndome soñar…
Unos murmullos llaman mi atención. En una
bocacalle, escondidos en las sombras, una pareja de jóvenes se acaricia. La
muchacha se recuesta en la pared para que él pueda abrazarla por la cintura,
mientras las manos de ella se pierden en el interior del abrigo del muchacho.
Voces quedas, apenas sílabas, me llegan con el viento. Los amantes se besan
calmadamente, pero con pasión. Bajos los ojos y sonrío, mientras continuo con
mi caminar. Yo también besé a una muchacha en una pared oculta, pienso, también
besé unos labios jóvenes que hacían correr a mi corazón, también sentí una piel
suave con mis manos, pero eso fue hace mucho tiempo ya. Sin embargo, el
recuerdo aún me reconforta cuando llega a mi memoria. Amé y fui amado, o eso
quiero creer.
Mi casa. Las llaves están en mi mano, un gesto
automático. Las contemplo un momento, pensando en que tendría que subir,
acostarme y prepararme para el día de mañana, el trabajo, las obligaciones, la
rutina… “Bueno, tal vez mañana” me digo, mientras guardo el llavero otra vez en
mi pantalón y, con las manos en los bolsillos, me adentro en la noche, para no
ser…
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