sábado, octubre 09, 2010

Un día cualquiera

Me despierto sin ganas, la noche ha sido larga y sin descanso. Faltan 20 minutos para que suene el despertador, quiero seguir durmiendo. Las historias de mis sueños recorren mi cabeza, vida por salir. El despertador suena demasiado pronto. Aguanto un poco más, esperando sin éxito que sea fin de semana. Me levanto, con las últimas brumas sobre mis ojos. La ducha me hace aterrizar, el agua está fría, pero la música es agradable y me pone en funcionamiento. Elijo mi ropa en función de las nubes que veo desde mi ventana, la ciudad ya conoce mi cuerpo. Un desayuno corto para despedirme de la casa hasta la noche, y salto al mundo.

En el camino voy buscando belleza que haga que este día merezca la pena, fracaso la mayoría de las veces. El primer café me termina de despertar, y la jornada comienza. El trabajo es rutina, las agujas del reloj se mueven despacio. No encuentro las respuestas a preguntas que no hecho. El futuro es cada vez más lejano y gris.

Hora de la comida. No hay mensajes, no hay escapatoria. Actúo como un autómata, repitiendo lo mismo que hice ayer y lo mismo que haré mañana. No hay cambios a la vuelta al trabajo, deseando que la tarde traiga algo de frescor a mi vida.

Termino el día, cierro la parte de mi mundo que no me gusta y regreso a casa. Soy libre. ¿Qué estrellas conquistaré hoy? ¿Qué mujeres haré mías? Me libero de mi cuerpo y entro en esa otra dimensión en la que vivo realmente. Mi cabeza da vueltas, las historias pugnan por salir: aquella muchacha quiere contarme por qué me sonrió, esa otra por qué se viste así, la pareja del fondo quiere recordar sus noches de amor conmigo...

Durante un momento acaricio lo que pudo haber sido y no fué, mirando los colores moverse en un lienzo electrónico, escuchando el ruido binario convertirse en risas y llantos, dejando que penetren en mi corazón, que lo llenen y rebose. Luego regreso a ese otro lugar, a ese mundo de opio y rosas, de espinas y sangre, en el que las horas van pasando demasiado rápido para mi gusto.

Mi cuerpo me avisa que es momento de partir. Necesito descansar para un día más, pero no puedo abandonar ese mundo, y en mis sueños, continúo navegando por sus mares y ríos, conociendo monstruos y bellezas, esperando encontrar algún día el final del arco iris y cruzar al otro lado, por fin.

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