Hoy he recuperado mis recuerdos. No ha sido
difícil, lo podría haber hecho antes si realmente lo hubiera deseado. Ahora ya
los tengo conmigo, vuelven a ser parte de mí, están a mi disposición si así lo
deseo. He pasado algunas horas revisando las imágenes, los sonidos y olores que
venían con el paquete, mientras detrás de la ventana el invierno paseaba por
las calles de mi ciudad.
Entre ellos he encontrado el primer poema de
amor que escribí con quince años. Estaba en un folio lleno de garabatos y
dibujos, una hoja que emborroné en las clases de filosofía, en los recreos y ratos muertos,
sentado en el poyete de conserjería, mirando como ella paseaba con su amiga,
compartiendo secretos que no eran míos.
También he vuelto a escuchar la lección de
francés, la voz de la profesora sonaba de nuevo cristalina y apasionada en mis
oídos. Las canciones de Moustaki, las redacciones, los sonidos extraños y a la
vez tan cercanos…
Después he pasado unos minutos viendo la vía
del tren y la vieja estación. El paso de los trenes ha ido acompañado como
entonces por los ladridos de los perros y el traqueteo de la puerta. Nos he
vuelto a ver con las piernas colgando sobre los raíles, hablando de escapar,
irnos muy lejos, desaparecer de ese mundo que no nos entendía, estar juntos para siempre…
El olor de los churros en
aquella churrería de feria me dio hambre, como hizo la primera vez que
pude usar dinero ganado por mí, el orgullo unido al sabor del chocolate caliente. El hambre hizo que regresara a la realidad y comenzará
a guardar los recuerdos en su paquete. Tantos había sacado que el atadijo,
antes comprimido y con los recuerdos limpios y netos, ahora no podía guardarlos
todos, tuve que apretar. En uno de esos apretones se salió una imagen: una niña
de ojos negros esta delante de mí, bailando algo que ha ensayado en el espejo
de sus padres. Recojo la sensación, la memoria, con cuidado, para no romperla,
y despacio, muy despacio, la acerco a mi pecho para que entre en mi corazón.
3 comentarios:
Aunque el último párrafo está para editar (incluido el color de los ojos de esa cría), hay que quitarse el sombrero, ante tu capacidad para saber transmitir al lector tus sensaciones, impresiones y remembranzas.
Apenas tengo tiempo y entro en internet mucho menos que antes, aún así te he leído en alguna ocasión pero con las prisas no deje ningún comentario. Hoy si me detuve, esta lectura me ha emocionado especialmente, escribes de maravilla.
Beatriz
Eso dice también mi editora Candas.
Gracias Beatriz
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