Varón, caucásico, treinta y cinco años, estatura media,
complexión fuerte, pelo corto y moreno.... Posiblemente el informe policial de
esa noche empezara de esa forma, aunque no puedo saberlo. Humano, enfermo,
solo. Así, en cambio, es cómo me percibirían los vigilantes del bosque cuando llegué.
La cabaña era apenas un techo con cuatro paredes agujereadas, por las que
entraban el aire, el frío y la
luz. En ese momento entendí aquel dicho de que ver una araña
no es nada, lo malo es cuando no las ves...
Llevaba provisiones para varios meses: comida enlatada,
herramientas, útiles varios... y lo primero que hice al llegar fue beberme la
mitad de mis existencias de vino. Desperté varias horas después, con la boca
pastosa, tumbado en el suelo en medio de mis propios desechos y con un dolor de
cabeza del tamaño de una catedral. A mi lado había ramas, hojas, musgo,
millones de insectos recorriendo el suelo, vida al fin y al cabo.
Esas primeras semanas fueron horribles y maravillosas.
Durante el día trabajaba duro en recomponer un poco lo que había escogido como
mi lugar de vida, tapando agujeros, limpiando escondrijos, preparando baldas y
armarios donde guardar mis enseres, rompiendo mi ropa y mi piel gracias a mi
torpeza en los trabajos manuales... En las noches me sentaba en una silla en el
claro frente a la cabaña, al principio con una copa de vino, luego intentando
fumar en pipa (aunque lo deseché a los dos intentos, nunca he fumado y no tenía
hábito) y finalmente salía con mi propio cerebro. Durante horas escuchaba los
ruidos del bosque, oyendo lo que el silencio me quería decir, viendo cómo se
movían las estrellas mientras mi cabeza se iba aclarando y al mismo tiempo
llenando de pelo.
Cuando llegaron las primeras lluvias tenía un techo sólido y
un suelo seco para resguardarme, y cuando las nieves alcanzaron al bosque mi
chimenea estaba bien alimentada y me mantenía caliente durante el día. Para
entonces mi reserva de alimentos se había incrementado con frutos silvestres,
miel y pescado seco, mis manos se habían encallecido, mi piel estaba curtida
por el sol y el viento, y mi mente serena por primera vez en muchos años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario