viernes, mayo 13, 2011

Mezclar las drogas con los besos...

Camino por la orilla, descalzo y sin ropa, dejando huellas en la arena que la marea se encarga de borrar. No sé de dónde vengo, ni a dónde voy. Las olas me llaman, el blanco de su espuma rompe el azul infinito y la cascada de verdes. Me adentro en ese mar desconocido, bravo, marchando por una playa de aguas frías y calientes.

Te observo en la cama, descalza y sin ropa, tus manos ligeramente echadas hacia atrás, en una postura hermosa y lasciva a la vez. Mis manos recorren tu piel, dejando estelas de deseo en tu espalda, caminos de dicha en tu vientre, mientras mis besos se pierden en el océano de tu boca, chocando repetidas veces contra tus labios.

Mis piernas luchan contra la resaca, pugnando por adentrarme más y más en la llanura de agua que tengo ante mí. La fuerza de las olas choca contra mi vientre, y me giro para recibir su golpe en la espalda, protegiendo mi pecho y mis ojos. Al girarme te veo a lo lejos, sentada en una de las rocas de la playa, mirándome…

Observo cómo se curva tu cuerpo ante los avances del placer, urgiendo a mis manos, a mi boca, para que se apresuren, para llegar a la cima lo antes posible. Te veo cerrar los ojos, centrarte en las sensaciones que inundan tu cuerpo, sentir la electricidad que recorre tu espina dorsal, susurrar mi nombre con asombro… y mi mundo se hace añicos ante el sonido de tu voz, reconstruyéndose en el segundo siguiente gracias a tu aliento…

El mar cubre ahora mi cuerpo, su enorme poder me levanta y me hace salir a la superficie en cada embestida. Me bamboleo con cada ola, como en un enorme vientre materno, y pienso que no saldría nunca de ahí, de esa agua fría y en movimiento, que me rodea y quiere atraerme.

Te veo a lo lejos, de pie, con la toalla esperando, y sonrió. Porque estás ahí, entre dos mundos, paciente, viendo como retoza el niño que hay dentro de mí. Y sé que al volver a la orilla me ofrecerás tu abrigo, tu calor y tu boca, y yo solo podré susurrarte “gracias”, mientras mi corazón busca un lugar en esa playa, en ese mar, para quedarse y poder verte de nuevo.

1 comentario:

Candas dijo...

Insisto:
es el relato más bonito del mundo.