miércoles, agosto 08, 2012

Este es el lugar al que suelo regresar...

Sobre la ladera poniente del valle de Abrego se alza un pequeño conjunto de rocas, granito que el tiempo no ha conseguido desgastar ni los hombres destruir. Se encuentra rodeado de un bosquete de robles, quejigos y arbustos: jaras, tomillos, brezos, retamas y miles de pequeñas hierbas, que proporcionan un aroma especial a la zona, mientras que el zumbido de abejas y otros insectos llena el aire en las tardes de primavera y verano.

Del centro del roquedo surge un manantial fresco y claro. Los pastores de la zona lo conocen bien, y lo han ido agrandando hasta conseguir una fuente agradable, creando un pocillo claro y escondido, desde el que un regatillo baja hasta el río, al fondo del valle. Alguien le puso un embocadero de granito tallado, tal vez uno de los desaguaderos de la cercana ermita de Santa Luxía, en ruinas y abandonada desde la desamortización. En tiempos la fuente disponía de una vasija de barro cocido que los cabreros usaban para beber, pero la modernidad ha llegado también a estos lugares y ahora hay un vaso de acero inoxidable, medio oculto en un hueco entre helechos, siempre dispuesto para los caminantes que llegan a este recóndito lugar.

A pocos pasos de la fuente se encuentra un pequeño claro, creado por la caída de un enorme pedrusco desde los canchos que vigilan el valle, allá arriba, tal vez en una fuerte tormenta hace ya muchos siglos. El tocón mineral se ha ido desgastando con los años, y cuando en una de mis correrías infantiles lo encontré la naturaleza había creado en él un sillar, un lugar dónde poder sentarse al calor del sol de la tarde, sombreado por las ramas de un inmenso alcornoque cercano. Allí pasé tardes de mi niñez y mi juventud, sentado viendo pasar las nubes, disfrutando la fresca brisa que surgía del susurrante manantial, o escuchando el sonido de las aves y otros animales de la zona.

1 comentario:

Candas dijo...

Cómo lo haces?...
Te desenvuelves como pez en el agua en este tipo de relatos, mezclando magistralmente los cincos sentidos. Siempre consigues con ellos transportarme hasta allí, vivirlo como tú: ver, oler, oir, tocar, saborear... :)