sábado, agosto 11, 2012

Malvivir de recuerdos

Hoy me han atacado. Regresaba a casa, después de un día agitado en el trabajo, caminando en zigzag, buscando una sombra que me aliviase de este infernal calor de verano. Estaba tranquilo, pensando en mis cosas. Bueno, no pensaba en nada que no fuera llegar y darme una buena ducha fría. De pronto, al cruzar la esquina del Museo, dos figuras se abalanzaron sobre mí. No pude resistirme, no pude luchar. Entre las dos me sujetaron y se abrieron paso a través de mi ropa y mi carne, hasta agarrar mi corazón y estrujarlo. La angustia me comprimía el pecho. No había nadie cerca, un alma amiga que me ayudara, nadie. Las gafas de sol evitaban que se vieran las lágrimas que surgían de mis ojos, a pesar de que hacía todo lo posible por impedirlo.

La presión sobre mi corazón no disminuía, tuve que sentarme en un banco para poder desahogar mi pena, para poder tranquilizarme, pensar…

Al cabo de un rato pasó. Volvía a respirar, pero con dolor. Mi corazón estaba libre, pero tenía secuelas. Sentado en medio de un parque, a la sombra de un castaño de Indias, me daba miedo levantarme y seguir mi camino. Se habían ido. Ya no estaban cerca pero podían regresar. La melancolía y la tristeza estaban al acecho, detrás de una canción, de una escena en una película, de la visión de una flor o una ventana… Yo sabía que volverían. Siempre lo hacen…

1 comentario:

Candas dijo...

Es que, cuanto más lo leo más me gusta.
De los mejores, sin duda.