martes, marzo 01, 2011

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Recuerdo esos sueños de adolescente, en los que podías volar con solo desearlo, colocarte contra el viento, abrir los brazos y sentir como el vendaval te iba elevando, haciendo que tu perspectiva aumentase, que vieras el valle contiguo, las montañas, el río… En ocasiones me elevaba demasiado y me entraba miedo, cerraba un poco los brazos (o el abrigo, que a veces me ayudaba a hacer de cometa), y descendía algunos metros, hasta que me encontraba seguro de nuevo. También, alguna vez, el viento cesaba, y yo tenía que descender sin ganas, ansioso de un poco más de libertad…

Con la edad, y las lecturas equivocadas, me enteré que volar en sueños tiene un simbolismo sexual. ¡Menuda tontería! ¡Como si las sensaciones pudieran compararse! Vamos a comparar un mal orgasmo con tener el viento de cara y ver a lo lejos, sintiendo cómo te mantiene, con la seguridad de que no te vas a caer, que puedes estar horas y horas planeando, subiendo y bajando por las corrientes de aire, avanzando o retrocediendo… ¡Amos anda!

Tal vez por eso me gustan los lugares ventosos; la sensación de un viento frio contra la cara, estando bien abrigado yo, es de las mejores que conozco, siempre me ha gustado pasear por aquellos lugares donde el viento podría elevarme, o al menos tener esa creencia. Porque no quedaría bien con mi imagen, pero he pensado muchas veces en dejarme el pelo largo, para que en esas ocasiones… pero bueno, quedaría un poco gay, como se dice ahora.

Luego llegaron los años, la adolescencia, las mujeres, el primer beso, el sexo (el de verdad), la jubilación… y poco a poco fui dejando de volar en sueños. Ya, ni pegando saltos soy capaz de elevarme de la tierra. Mis compañeros de residencia se ríen, cuando me ven el primero en los acantilados, en las excursiones a la playa, sintiendo la fuerza del aire que viene del mar; a las monjas no les gusta, y ya me han dejado sin postre varias veces. Pero todavía, en los días en que hace mucho viento, cuando todos están en el interior protegidos de la tormenta, yo me pongo una vieja gabardina y salgo al patio, poniéndome entre la cocina y la administración (es donde más fuerte sopla el viento) ¿Quién sabe? Peso poco, y tal vez en una racha de esas fuertes pueda elevarme de nuevo.

1 comentario:

Candas dijo...

No desesperes... Pasarán por tu vida verdaderos "vendavales", arrasadores "huracanes" que harán q inevitablemente te eleves, sin abrigos, sin cometas, sin paracaidas... Los vientos dulces, silbantes e inocentes son ya historia pasada...

PD: Me gustaría conocerte. En qué residencia de ancianos dices q estás????...