Moreana se sentó al borde del risco mientras
observaba a las cabras subir por la ladera, siempre en busca de las hierbas más
frescas, escondidas entre las piedras, a salvo de las grandes heladas. El sol
de media mañana aún no calentaba lo suficiente como para que la escarcha se
hubiera derretido y permitiera que sus largas lenguas alcanzaran los brotes más
jugosos, escondidos bajo el hielo de la noche.
Mientras observaba a sus cabras, la niña
pensaba en las palabras que su padre le había dicho esa mañana. Su padre casi
nunca estaba levantado a la temprana hora en que Moreana sacaba al rebaño,
normalmente era su madre la que la ayudaba a desatar al macho cabrío y
empujarlo en dirección a la montaña, y quién le ponía el poco alimento que
podía encontrar en el zurrón. Sin embargo, esa mañana su padre estaba sentado
frente al fuego, mientras su madre permanecía en un rincón de la cocina,
preparando su comida.
“Tu madre me ha dicho que ayer la luna te hizo
sangrar por primera vez, ¿es eso cierto?”
Moreana bajó los ojos, avergonzada de que su
padre supiera ese secreto tan íntimo, y al mismo tiempo orgullosa de haber
cruzado el umbral de la niñez.
“Si, padre. Ahora soy una mujer.”
El fuego ardía perezoso, buscando oxígeno para
vivir, y procuraba poca luz, apenas podía iluminar la roja pelambrera del
hombre sentado a su lado. Por eso la niña no pudo ver la lágrima que bajó por
la mejilla de su padre, ni la expresión de tristeza en el rostro de su madre.
“Entonces, hay algo que debes saber, es el
momento de que conozcas tu origen y linaje.”
Durante los siguientes minutos el mundo que
conocía Moreana se derrumbó. Lo hizo lentamente, mientras el que había
considerado como su padre toda su vida le habló de luchas y guerras que ya eran
antiguas antes de su nacimiento, de dioses que no se preocupaban de los hombres
a los que mataban en vez de gobernar, de una mujer entregada como dote para un
matrimonio que sellaría la paz entre hombres y seres divinos, siendo en
realidad el instrumento de la perdición de los primeros. Escuchó, no, bebió la
historia de los males de la humanidad liberados de una caja, y del valor de su
dueña para cerrarla antes de que el último de ellos saliera. El humo de la
hoguera pareció tomar forma mientras el hombre y la mujer que habían sido todo
su mundo le hablaron de una familia dedicada a mantener esa caja cerrada, y de
la gran responsabilidad que ahora pesaba sobre ella…
Las cabras ya balaban impacientes cuando
Moreana llegó junto a ellas, la cabeza aún resonando con las últimas palabras
que su padre le había dicho: “Algún día, ella vendrá y tendrás que ayudarla.”
1 comentario:
Así se relata!!
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