Manejaba a las vacas con los ramales,
dirigiéndolas para romper la primera capa de tierra, reseca por los tempranos
soles primaverales, esponjando y dejando el terreno preparado para la siembra. De
pie sobre el rastrillo, añadiendo su peso al de los tablones de madera, para
que las púas metálicas pudieran romper el cortezón más eficazmente, Eusebio recordaba
cómo había cortejado a María, cómo habían ido juntos a los bailes y romerías
del año pasado, y cómo se había finalmente atrevido a hablar a su padre de sus
intenciones. Entre las dos familias había habido una larga negociación hasta
que la dote fue acordada y pagada.
Al día siguiente se casarían y María iría a
vivir a la casa que había estado construyendo todo el invierno. Sería el hogar
en el que criarían a sus hijos, formando una familia como habían hecho sus
padres, y los padres de sus padres, antes que ellos.
2 comentarios:
Cuánta sensibilidad en un rudo hombre de campo.
Todos somos sensibles al amor, ¿no?
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