jueves, noviembre 25, 2010

Giggling for no reason

Te encuentras en la calle, solo y desamparado. Miras a tu alrededor y ninguna cara te es conocida. Intentas recordar por dónde viniste, qué camino recorriste para llegar allí y no lo consigues. Te acercas a la gente que pasas a tu lado, quieres pedir ayuda, estás perdido, pero ningún sonido sale de tu garganta.

Caminas sin dirección, mirando a todos lados para ver si reconoces algo. Los transeúntes se cruzan contigo, te golpean como si no te vieran, tienes que apartarte de su camino. La ciudad se va perdiendo, mientras te adentras más y más en un terreno que te es desconocido. Llamas a las puertas, a las ventanas, entras en comercios y restaurantes. Nadie te hace caso, no existes para el mundo, nadie te ve, nadie te necesita. Tienes frío.

Te acurrucas en un rincón, cansado de deambular por las calles. Tus pies sangrantes son testigos de tu caminar, tus ojos enrojecidos lo son de tus lágrimas, tus manos ásperas y agrietadas de tus intentos por llamar a las puertas de los demás. Ya no quieres vagar, no quieres sufrir, quieres descansar. Cierras los ojos. El mundo se difumina a tu alrededor y dejas de oír los sonidos de los coches, de las conversaciones, el ruido de la noche…

Y escuchas el sonido de tu corazón. Rítmico. Constante. Fuerte. Te concentras en él. Empiezas a sentir el calor que lentamente recorre tus venas, manando de tu interior. Tus vasos sanguíneos son vías de vida, ahora más que nunca. Poco a poco tu cuerpo responde al llamado. Tus ojos se limpian, tus pies se curan y fortalecen, tus manos se vuelven ágiles y fuertes.

Te levantas. La oscuridad que te rodea no te preocupa, tú tienes la luz en tu interior. Adelantas un pie. Luego otro. Y otro. Pronto estás caminando, corriendo, sintiendo la sangre latir en tu corazón, llenarte de fuerza y de vida. La luz que surge de tu interior te permite ver el camino, y es cada vez más fuerte. Parte de esa luz se refleja en otros rostros, que te sonríen, dándote parte de su luz a cambio.

Ahora estás saltando, ves toda la ciudad en cada salto. Otra persona está a tu lado, irradiando tanta luz que crees que te quemas. Os tocáis. El estallido de energía es tan grande que os hace tambalear, pero os tocáis y os abrazáis. Ahora vuestra felicidad ilumina el mundo.

1 comentario:

Candas dijo...

Ya adiviné yo q tenias un buen dia...