lunes, enero 28, 2013

Tiempos de tormenta

El viento le azotaba la cara con fuerza. Desde donde se encontraba, el acantilado descendía en vertical unos cien metros hasta el mar, que batía con fuerza su base, arrancando nuevas porciones en cada tormenta. Había tenido problemas para salir, como casi siempre últimamente. Unos padres sobreprotectores e ignorantes de lo que sucedía con su hija habían intentado que permaneciera en casa, al menos mientras no amainara la galerna que sacudía el pequeño pueblo costero en el que vivían.

Apenas pudo se escapó por la puerta, decidida a hacer aquello que había pensado. Con su bicicleta recorrió los escasos kilómetros que la separaban del observatorio, una pequeña plataforma construida en un saliente frente a los famosos precipicios que tantos turistas atraían en verano. En varias ocasiones estuvo a punto de ser barrida por el viento, pero consiguió llegar a duras penas. Al cruzar la entrada del mirador, un bonito emparrado de hierro semejando una antigua red de pesca, tiró la máquina sobre el húmedo césped y se acercó al pretil.

Una valla de madera, reforzada con gruesos pilotes, la separaba del abismo. Desde allí se podía ver casi toda la costa, parecía que el temporal se había comido todos los colores del mundo. El mar gris se confundía con un cielo plomo en el horizonte, y finas gotas de agua se estrellaban contra su rostro. Si sacaba la lengua podía saborear la sal que contenían, arrastrada desde el océano, decenas de metros por debajo.

Permaneció unos minutos observando el mundo uniforme que la rodeaba, tratando de adivinar por dónde vendría la siguiente racha de viento, intentando no resbalar en las lajas de pizarra que formaban el suelo de la plataforma. Al cabo de un rato se aproximó aún más al borde y se quitó la capucha de su chubasquero. Una maraña de pelo se desveló, agitándose con el viento como si estuviera viva, como si quisiera atrapar a las escasas gaviotas que se atrevían a volar con ese clima.

Se adelantó un paso hasta estar junto a la empapada cerca. Si miraba hacia abajo, podía ver las olas chocando con fuerza contra la base del acantilado, levantando nubes de espuma que volaban con el viento hasta su rostro. Con la vista fija en el indefinido horizonte, se concentró un instante y gritó.

Duró apenas unos segundos. Un sonido fuerte sí, pero no era eso lo que quería, parecía el grito de una niña perdida llamando a su mamá. Apretó los puños, cerró los ojos un momento y volvió a gritar con más fuerza. El sonido de su voz luchaba contra la ventolera que venía del océano, con las trombas de aire y sal, y perdió. Enfadada consigo misma, frustrada, la muchacha se acercó aún más al abismo, apoyó su cuerpo en la madera de la valla y volvió a intentarlo.

Esta vez buscó en su interior y empleo todo lo que tenía: la rabia de su adolescencia, las frustraciones y el dolor de las últimas semanas, todo junto formando un alarido que salía desde el fondo de su alma. Era un bramido que desencajaba su garganta, mientras sus manos se aferraban a los pilotes de madera, casi clavando las uñas en la madera.

Gritaba pensando en la incomprensión de sus padres, en la furia ante la indiferencia, en el rencor contra un mundo que no conocía y no la reconocía, en el dolor de la separación del ser amado… Gritaba por la inocencia perdida, por los pescadores que permanecían en el bar sin poder salir a la mar, por él… Siguió forzando su cuerpo durante varios minutos hasta que, desfallecida, tuvo que sentarse en el suelo, apoyada contra la valla del mirador.

Le dolía el cuello, y sabía que estaría ronca durante varios días. Con el dorso de la mano se secó las lagrimas que corrían por su cara, mezcladas con el agua marina y la lluvia, y tras unos minutos volvió dónde había dejado la bicicleta y se marchó, dejando solamente unas marcas en la madera de la valla como testigo mudo de su presencia.

Aquel año hubo muchas habladurías en el pueblo, y los telediarios de los días siguientes comenzaron con las noticias y teorías acerca de cómo había amainado un temporal de fuerza cuatro en apenas unos segundos, dejando solo unas fuertes lluvias en la costa.



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