martes, enero 03, 2006

Año nuevo

Curiosas las diferencias que existen en la celebración de las fiestas de Navidad entre las diversas culturas, e incluso dentro de la misma cultura. Por ejemplo, en Chile se cree que es de buena suerte el comer lentejas en la entrada del nuevo año, en vez de las socorridas uvas españolas, o el llevar un calzón amarillo en vez de rojo.

Este ha sido el primer año que he pasado estas celebraciones en Chile, y no han estado mal. Entiéndanme, no es que a mi me guste la Navidad, todo lo contrario; por estas fechas me vuelvo melancólico y me aburre el género humano, no soporto la felicidad por decreto. Sin embargo, este año he tenido algo que no tenía en años anteriores: pareja.

Pasamos el año en el auto, así de claro. Nooo, no como están ustedes pensando, no. Resulta que, contra lo que es habitual en Chile, decidí llevar a mi familia política a cenar fuera la Nochevieja, lo que no me parecía nada extraordinario; a tal fin habíamos hecho las pertinentes llamadas para localizar un sitio dónde poder al menos llenar la barriga, y tal vez, menear el esqueleto después. Sin embargo, no contábamos con a) el tiempo necesario para que 3 mujeres se acicalen y preparen para una fiesta semejante, y b) que la mayoría de los locales cierran esa fecha o están completos con las reservas.

Así que pasamos el cambio de año en el coche de mi suegra, de morros porque no habíamos podido realizar nuestros planes, y pasando cuatro veces por el mismo lugar en la búsqueda de un restaurante abierto y con mesa para cuatro. Afortunadamente, un hecho inesperado cambió la noche. Una mujer y una niña estaban haciendo auto-stop a la salida del pueblo, menos de cinco minutos antes de las campanadas. Se trataba de una madre y su hija, jovenes, que querían ir a visitar al padre, policia en el retén del pueblo de al lado, que no había podido escaparse para pasar la noche con ellas.

La inocencia y alegría de la niña y su madre nos salvaron la noche, y evitaron que hubiera malas vibraciones al empezar el año; las lentejas de Evelyn nos darán la suerte que nos hace falta en el 2006, y la gracia de Katya nos alegrará el recuerdo. Cuando las dejamos, me dieron ganas de darles las gracias más efusivas; ellas fueron los mejores espíritus del Año Nuevo para una familia sin núcleo que estaba perdida en la Nochevieja chilena.