lunes, septiembre 18, 2006

Como una roca

El chileno tiene que ser, por definición, temeroso de los espacios abiertos. No, no me refiero a una plaza o a tener miedo a salir de casa, la típica agorafobia, sino a que el hecho de tener siempre a la vista, desde cualquier parte del territorio nacional (a excepción de las islas) la majestuosa Cordillera de los Andes, les confiere un cierto sentimiento de estar protegidos, y por ende, seguros.

Son varios los chilenos que me han confesado que lo que más añoran de su país cuando viajan a Europa es la vista de la cordillera; parece que no sólo les protege y separa de sus 'ancestrales' enemigos, los argentinos, sino que también es como si fuera una de las paredes de su casa.

Debe ser por eso que, en el Metro, el chileno se coloca en el centro del vagón, se agarra a la barra horizontal y no se mueve; o mejor, se coloca frente a las puertas, con su mochila/cartera/maleta entre las piernas, y no se mueve de ahí así esté vacio todo el vagón y la gente esté pegándose por entrar. No hablemos ya de ceder el paso a la gente que baja, o incluso pensar en salir para que los que se bajen en la estación puedan hacerlo.

De todos los países y culturas que conozco, sólo Japón se parece a Chile en esto, aunque ellos tienen empleados públicos que 'apretujan' a los usuarios para que entren en los atestados vagones de hora punta. Quizá tenga que ver el hecho de que los japoneses también se sienten psicológicamente protegidos por el mar de alrededor, no como los europeos, que sabemos que en cualquier momento nos pueden venir a invadir (como así ha pasado durante toda la historia de Europa).

Por eso, como el chileno no tiene miedo de que le vayan a quitar su espacio, no siente la necesidad (aunque sea cultural) de cederlo para que otros lo puedan usar, y se establece como una roca en su parcela, bien sea en el metro o en cualquier otro ámbito de la vida.

O eso, o es que la educación brilla por su ausencia, que también podría ser...