martes, febrero 11, 2014

Camino en la noche...

Camino en la noche, lento y pausado, deleitándome en el paso. Mi estómago está agradecido y por mis venas corre el cálido recuerdo del vino. Las calles están húmedas, y en el aire se nota esa claridad que queda después de una lluvia nocturna, incluso parece que las farolas brillan más y que la luna es más blanca. Con las manos en los bolsillos me dirijo a mi hogar, saboreando las gotas de agua que aún flotan en el ambiente.

Me encuentro con poca gente. Es tarde y mi barrio no es un sitio dónde los vecinos gusten de hablar y sentarse a las puertas de las casas, sino más bien todo lo contrario. No importa. Disfruto de estos momentos en los que consigo que la soledad me acompañe, un cambio para lo que son mis días. Mis sentidos parecen haberse agudizado con esta atmósfera tranquila y serena. Escucho a lo lejos los gritos de unos niños jugando en un parque cercano, ocultos a mí por los edificios que me rodean; huelo aromas de comidas caseras, cenas tardías que las familias disfrutan en estos momentos, y que casi creo saborear en mi boca; el viento fresco que viene del río roza mi cara y alborota ligeramente mi pelo, haciéndome soñar…

Unos murmullos llaman mi atención. En una bocacalle, escondidos en las sombras, una pareja de jóvenes se acaricia. La muchacha se recuesta en la pared para que él pueda abrazarla por la cintura, mientras las manos de ella se pierden en el interior del abrigo del muchacho. Voces quedas, apenas sílabas, me llegan con el viento. Los amantes se besan calmadamente, pero con pasión. Bajos los ojos y sonrío, mientras continuo con mi caminar. Yo también besé a una muchacha en una pared oculta, pienso, también besé unos labios jóvenes que hacían correr a mi corazón, también sentí una piel suave con mis manos, pero eso fue hace mucho tiempo ya. Sin embargo, el recuerdo aún me reconforta cuando llega a mi memoria. Amé y fui amado, o eso quiero creer.


Mi casa. Las llaves están en mi mano, un gesto automático. Las contemplo un momento, pensando en que tendría que subir, acostarme y prepararme para el día de mañana, el trabajo, las obligaciones, la rutina… “Bueno, tal vez mañana” me digo, mientras guardo el llavero otra vez en mi pantalón y, con las manos en los bolsillos, me adentro en la noche, para no ser…

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