jueves, enero 15, 2015

Ríos de tinta

"Lo primero que sientes es una opresión en el pecho, como si un fantasma hubiera metido su mano intangible entre tus costillas y, volviéndola sólida de nuevo, te apretara con ella el corazón, impidiendo que puedas concentrarte. Es un dolor rudo, constante, marrón, que te hace preguntarte si no estarás teniendo un infarto de esos que tanto se habla. 

Después comienzan a arderte los ojos. No importa lo que estés haciendo, los ojos comienzan a calentarse y, en respuesta, nubes de vapor se elevan en tu mirada, impidiéndote ver correctamente lo que pasa a tu alrededor, por mucho que parpadees no consigues aclarar tu visión.Y el calor sigue. Y entonces, de un lugar que nunca pensaste que existía, torrentes de agua inundan tus cuencas oculares, apagando los ardores pero elevando su temperatura. El líquido que desborda, corriendo por tus mejillas como un arroyo, está caliente, quema tu piel…

En ocasiones, el incendio es muy grande, demasiado para que puedas aguantarlo, y te encoges y te agitas, te revelas ante el dolor que te taladra la cabeza, ríos manan de sus ojos incandescentes, todas tus articulaciones se quejan ante la tensión…

Y al final, cuando todo ha acabado, cuando la presión sobre el corazón se disipa, cuando tu piel quemada deja de recibir el dolor que viene de la puerta de tu alma, ésta se serena. La pena que inició todo el proceso está ahí, aún no se ha ido, pero las lágrimas han apaciguado..."

Llorar, definición en la "Enciclopedia de las cosas extrañas"

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