jueves, junio 09, 2011

Se non ti cerco non vuol dire che mi hai perso...

Se habían separado pocos minutos atrás. Él todavía sentía el aroma de su pelo mientras bajaba las escaleras del metro, buscando un tren que le llevaría lejos de ella, como todos los días. La había visto entrar en su casa desde la acera de enfrente, aunque se habían despedido en la esquina para que su madre no les viera, abrazados estrechamente y con sus bocas fundidas en un único momento...
 
Cada noche era el mismo ritual: caminaban de la mano por el bulevar hasta llegar a la esquina de la calle de ella, y bajo una farola que titilaba por falta de mantenimiento se decían adiós, con besos largos, suaves y repetidos, mientras él le acariciaba su largo y fuerte pelo, su adorado y deseado cuerpo. Ella le abrazaba y acariciaba por debajo de la ropa, sintiendo su piel y el vello que cubría su pecho. Luego ella se recomponía ropa y peinado como buenamente podía, y con un último beso se alejaba hacia el portal de su casa cruzando la calle, mientras, él seguía por la vereda hacia el metro, a veces persiguiendo su aroma contra el viento, girando la vista para ver cómo ella llegaba al portal y con un último gesto de la mano entraba en su oscuridad.


En el metro él seguía pensando y repasando lo ocurrido durante la tarde: el tiempo pasado en el banco del parque, bajo aquél árbol que les habían dicho que era del amor y que habían hecho suyo con la navaja de él. Volvía a saborear el cacao de su protector labial, la crema suavizante de sus manos, recordaba el aroma de su perfume cuando besaba el lóbulo de sus orejas, sentía de nuevo sus manos en su cuello, sus dedos dibujando corazones en su pecho, el sonido de su voz susurrando secretos compartidos en sus oídos…


El movimiento de la gente le despertaba de sus ensoñaciones cuando llegaba a la estación final. Se bajaba de forma automática, con su mente aún en el cuerpo de ella, con sus ojos perdidos y desenfocados, una sonrisa en su rostro iluminado. Otros rostros grises le acompañaban en la escalera mecánica mientras regresaba a la superficie, el sol apuntando por encima de los tejados del pueblo en el que vivía...


Caminaba despacio, medio mortal y medio dios, con el corazón agigantado por los recuerdos, por el amor que sentía… Las manos en los bolsillos y la mirada en el suelo, viendo no el asfalto de la calle sino los ojos de ella, su sonrisa, sus manos delicadas y fuertes, el contorno de su cuerpo a contraluz en la habitación del hotel…


Llegaba a su casa, al final de una avenida arbolada mientras los pájaros despertaban, y abría despacio con sus llaves, dejaba la cartera en el mueble de la entrada y subía a la habitación. Su esposa, aún dormida, recibía el beso de buenos días que le daba en la mejilla antes de entrar en el baño, y le abrazaba cuando entraba en la cama, cansado y culpable...


Buenos días, qué tal el trabajo, preguntaba ella, somnolienta, todos los días.


Bien, como siempre, mentía él, todos los días...

1 comentario:

Candas dijo...

Estooo.... ejem,... ... en fin...
me pregunto yo, ¿qué fue del subinspector Gallo?...
...
..

PD: Bonitas flores : )