jueves, mayo 17, 2012

Sólo seré una sombra


Las Guerras Olímpicas no solo fueron el último gran enfrentamiento entre las razas de los hombres y los dioses. También causaron un gran cambio en la forma de la vieja Europa, consecuencia de las luchas y artimañas de cada bando: el mar Mediterráneo se convirtió en un gran lago cuando Poseidón decidió cerrar las Columnas de Hércules para evitar la salida de las flotas humanas. En una de las fases de la guerra, cuando los dioses habían decidido quebrar la resistencia de los mortales por el hambre y la sequía; con ese fin, pretendieron modificar el clima mundial, desviando el curso de varios ríos en Asia para crear un gran mar interior. Una de las primeras “armas del Holocausto” fue la responsable de la aparición de un desierto en plena selva africana, miles de hectáreas en las que no florecía ni arraigaba vida alguna, por toda la eternidad…

El conflicto también fue el causante de un cambio en el equilibrio de poder entre las familias divinas. Varios de los dioses más antiguos y poderosos murieron durante las batallas con los hombres, y el vació causado fue llenado por otros poderes aún más antiguos, que habían quedado relegados a un segundo plano por los dioses más jóvenes y fuertes.

De los primeros en caer fue Ares, el dios de la guerra, violento y sediento de sangre, cuya impaciencia en los llanos de Panonia le hizo quedar aislado entre algunos de los mejores ejércitos de la humanidad; los restos de su espada y su escudo fueron distribuidos entre los miembros de la alianza humana, como prueba de que los dioses podían ser humillados y derrotados. Varias ciudades fueron destruidas en represalia, cuando Cratos descendió a la Tierra en busca de esas reliquias, por orden de Zeus.

Con sus tres hermanos, el guardián de los Titanes masacró gran parte de los territorios humanos, hasta que una alianza de gigantes y magos, liderados por un misterioso hombre sólo conocido como Prometeo, consiguió emboscarlos y derrotarlos en las montañas del Cáucaso.

Muchos fueron los dioses que cayeron en la contienda, millones los seres humanos que perdieron la vida contra ellos. Sin embargo, ninguno de ellos podía suponer siquiera que estaban preparando el regreso de uno de los seres primigenios, dotado por primera vez de un poder que podía rivalizar con el de aquellos que le derrotaron y condenaron a la oscuridad del Tártaro. Cuando se firmó el tratado de paz entre divinidades y mortales, Thanatos ya caminaba libre por la faz de la tierra…

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