domingo, noviembre 14, 2010

Volver a camino abierto

Cuando abro la ventana de mi mente veo un verde valle, rodeado de cerros y montañas, en una cálida tarde de verano. Estoy en mi casa, sentado en la terraza con licor dulce en la mano y leyendo un libro; mi perro está acostado a la sombra, dormitando, mientras la brisa mueve las hojas de los sauces, y me trae el murmullo del agua cercana. El silencio hace que la naturaleza me acepte, veo como los pájaros e insectos hacen su vida a mí alrededor, un colibrí agita sus alas en mis flores, un pájaro carpintero taladra el tronco de mis árboles, dejándome ver su duro trabajo. Dirijo la mirada a lo lejos, mientras el sol se pone entre miles de tonos rojos y naranjas.

Otras veces estoy sentado en un acantilado, viendo como mis piernas se balancean sobre el océano, y sintiendo el fuerte viento en mi cara y mi cuerpo; mi espalda está apoyada en una cálida roca volcánica, y mi vista se relaja observando el mar azul e infinito, mientras el sol se esconde a mi espalda. El ruido del viento me impide pensar y eso me calma, me dejo envolver por los sonidos que lleva, intentando imaginar las voces que me trae y su mensaje. Los pelícanos, gaviotas y otras aves marinas sobrevuelan las olas a mis pies, y tengo la tentación de saltar y dejar que el viento me eleve por encima de las líneas de espuma de las olas.

En ocasiones me encuentro caminando por una senda en un bosque, recorriendo lo que antiguamente era un camino de piedra entre robles y rebollos, mientras a mí alrededor escucho aves e insectos zumbar. Llego a lo alto del camino, y la brisa me refresca, alejando a los mosquitos que revoloteaban alrededor de mi pelo. Desde mi punto elevado veo grandes manchas de brezo en flor, el verde de los alcornoques y castaños, zonas de cultivos cubriendo la falda de las montañas, canchales grises que muestran el paso del tiempo y el desgaste de los cerros, águilas y buitres volando en lo alto, en busca de alimento o refugio...

En otros momentos me veo sobrevolando una blanca capa de nubes y observando sus formas, su geografía, intentando descubrir la causa de sus ríos, de sus montañas, de sus valles. Veo como sus capas de algodón se distribuyen cubriendo de horizonte a horizonte, pero encuentro miles de detalles que reclaman mi atención: una cresta más elevada me hace preguntar si habrá una cordillera bajo ella, veo formas sinuosas que sólo puedo comparar con ríos, veo muros que se elevan separando la uniformidad de la diversidad, veo lagos cuyas profundidades me muestran ciudades, campos, carreteras.

Pero de vez en cuando, ocasionalmente, recuerdo rostros, ojos, expresiones, sabores: la veo tumbada en la cama con una de mis camisas como único vestido, sonriéndome con una rosa en su pecho, distingo su rostro entre la multitud, y su expresión de alivio y alegría al comprobar que he esperado para nuestra primera cita, siento el sabor de sus lágrimas aquella noche en que el amor dejó paso al dolor… Y me doy cuenta de que por muchas montañas que escale, por muchas profundidades que descienda, mi hogar está en las alturas de su pecho y en las profundidades de su alma.

1 comentario:

Candas dijo...

Monsieur "chef", ¡enhorabuena!. Cómo casi siempre, "el postre" lo mejor de la copiosa y abundante comida!!