domingo, octubre 09, 2011

Todo lo que he visto

Sentado delante del teclado, con la pantalla en blanco mirándome desde el otro lado, me pregunto dónde han idos todas esas historias que antaño pedían ser contadas, esos personajes que asomaban su rostro a la ventana de mis ojos, esos sentimientos que pedían a gritos ser compartidos desde el fondo de mi alma…

Pasan las horas, y no consigo encontrar el hilo del que saldrá una nueva historia, mientras me descubro mirando sin pensar el bordado de las cortinas, o perdiendo el tiempo revisando las noticias de un mundo que dejó de importarme hace mucho. Hojeo viejos cuadernos de notas, buscando algo que me incite a escribir, un retazo, una imagen, algo que llame mi atención y se convierta en un nuevo relato.

Intento cambiar el teclado por la pluma, y la página me devuelve su pureza como si fuera una bofetada. A veces, decido salir a la noche, esperando tal vez encontrar la inspiración en el frescor del río o en las historias que las farolas a veces me cuentan, pero esta vez permanecen mudas para mí, y el rumor de la corriente es solo eso, sonido que me llega a través del aire frío y solitario.

Regreso a casa, cansado, agotado, el deseo de crear aún incompleto. Busco entre mis recuerdos algo que quiera ser contado, tal vez aquellos pendientes que ella se dejó en mi habitación, o la primera vez que el mar entró en mi vida, o quizás el dolor ante su muerte. Nada surge del pozo de mi memoria y se convierte en letras a través de mis manos.

Los murciélagos recorren el espacio que hay entre mis sueños y yo, y observando su vuelo rápido y desconcertante me siento en un banco solitario, a esperar la madrugada. El sueño me vence como casi siempre, incapaz de pelear como soy y deseando ser vencido, y al poco rato me encuentro en otro mundo: veloces trenes me llevan de un lado a otro mientras en sus cabinas mis amigos y amores me esperan para recuperar el tiempo perdido; me bajo en grandes estaciones y camino de nuevo entre los paseos del jardín real, con mi cámara colgando de mi cuello y con la juventud de ella en mis manos, y al instante siguiente me encuentro tumbado entre los brezos y jaras de mi tierra, agradeciendo la caricia del sol sobre mi cuerpo desnudo…

Despierto, con todas esas sensaciones aún latiendo en mi mente, y descubro la razón que me impide plasmarlas. No tengo la tinta con la que escribo mis historias, esa pintura especial con la que pinto mis sueños se encuentra lejos de mí.

Hoy me faltas tú.

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