lunes, octubre 24, 2011

Amantes que cantarían los poetas

"¿Sigues teniendo frio?"

Ella negó con la cabeza mientras le miraba fijamente a los ojos, intentando escrudiñar sus sentimientos en el profundo azul de su iris.

La tormenta les había cogido por sorpresa, mientras caminaban por uno de los senderos que rodeaba el balneario, ya algo lejos de los edificios principales. Habían tenido que correr bajo la intensa lluvia, hasta alcanzar un refugio bajo unas rocas, cerca del lago. Allí permanecieron, empapados y muertos de risa, mientras la tormenta descargaba sobre montes y prados.

Él consiguió hacer un fuego con unas ramas secas que encontraron cerca, usando su mechero y viejos papeles para iniciar la hoguera. Al poco tiempo ésta crepitaba alegremente, ayudándoles a mantenerse calientes y secos. Fuera, la tormenta arreciaba, convirtiendo el mundo en un lugar oscuro, húmedo y frio.

Nada de eso importaba. Estaban juntos, apoyados contra la roca, mirando cómo las llamas bailaban su canción eterna mientras sus dedos jugaban entre sí, sintiendo el calor de la piel del otro, su tacto y su presencia. No hablaban. Habían hablado ya demasiado en las últimas horas.

La mañana les encontró abrazados, uno de los brazos del hombre rodeando la cintura de ella, los de ella entrelazados con el otro. Había parado la lluvia, y la tierra olía a fresco y nuevo. Él despertó primero, moviéndose ligeramente; ella se revolvió en sueños, buscando el calor de su cuerpo mientras sus manos se aferraban a su brazo, como queriendo comprobar que seguía allí, que no se había marchado, que su unión seguía siendo completa…

Ninguno de los dos vio la sombra que uno de los salteadores proyectaba contra el fuego apagado, ni sintió el frio acero entrar en sus corazones…

Perseo despertó con un sobresalto, el corazón queriendo saltar de su pecho. La pesadilla había sido tan real que no pudo evitar echar una mirada a su alrededor mientras aferraba una pequeña pistola que siempre llevaba encima. Todo era normal. La habitación, en una de las muchas posadas del Camino al Este, estaba a oscuras, pero los primeros rayos del alba se adivinaban por la ventana. Sus cosas estaban pulcramente ordenadas a los pies de la cama, donde las había dejado, y la puerta seguía atrancada con una de las sillas, una costumbre que había tomado cuando estaba en lugares poblados. Nada se salía de lo habitual. Y sin embargo, ese sueño le intranquilizaba, sentía frio en su alma, las imágenes eran tan vívidas en su mente, aún podía percibir el olor del pelo de la mujer, la fuerza de sus manos en su abrazo… 

1 comentario:

Candas dijo...

" Lord knows
Dreams are hard to follow
But don't let anyone
Tear them away
Hold on
There will be tomorrow
In time
You'll find the way..."