domingo, noviembre 06, 2011

En el corazón de los cielos sin fin

La muchacha subía trabajosamente las escaleras. Su más que evidente embarazo le hacía detenerse de vez en cuando, apoyándose en las pausas en la vieja barandilla de madera con unas manos delicadas y protegidas por unos finos guantes negros. Llevaba un largo abrigo azul que la preservaba del hiriente frio, y se cubría el cuello con una bufanda del mismo color. Después de varias paradas llegó al final de las escaleras, una calle principal en la que el tráfico era más abundante y el viento quedaba bloqueado por los edificios.

Caminó despacio por la acera, echando un vistazo a los iluminados escaparates, sintiendo la luz y la alegría de la estación, mientras el movimiento le hacía entrar en calor. No tenía prisa. Héctor no regresaría a casa hasta dentro de una hora, y el paseo le haría bien.

El embarazo estaba siendo normal, y a pesar de algunas pequeñas molestias no sentía pesadez o hinchazón, como le había pronosticado su abuela. “Las mujeres de nuestra familia siempre tienen buenos partos” le había dicho con cariño la última vez que se vieron, sentadas las dos frente a la chimenea, mientras los hombres conversaban de sus cosas fumando en el patio. En esa ocasión hablaron de lo que vendría, de la alegría de la anciana, de los preparativos… En pocos días los abuelos se trasladarían a vivir con ellos, de manera que la abuela pudiera ayudarla en los últimos momentos, y el abuelo pudiera estar con Héctor.

Los dos habían sido muy buenos y comprensivos. El abuelo había tenido un ataque de ira cuando conocieron sus intenciones, y casi había llegado a las manos con su hombre, aunque éste no respondió a la furia del anciano, consciente de las razones que le llevaban a ese estado. La intercesión de la abuela había salvado el momento, y, posteriormente, las largas caminatas juntos, el amor incondicional que sentían y el profundo cariño que se profesaban habían convencido al abuelo de que era mejor dejar que siguieran su camino. Aún así, Lumia sentía que el pobre viejo se preocupaba, y sabía de las largas conversaciones que tenía con Héctor las veces que regresaban al pueblo…

Llegó a un portal cerca de la plaza, y abrió la puerta con una llave diminuta que sacó de su monedero. En el interior se estaba más cómodo que en la calle, y se demoró unos minutos en recuperar un poco el calor en sus mejillas, y el aliento en sus pulmones, antes de subir las escaleras hasta el tercer piso. Podía tomar el ascensor, pero esa mañana el paseo había sido corto y necesitaba el ejercicio.

Al llegar al tercer piso se encontró de bruces con Héctor, que salía en ese momento del ascensor, con la vieja gorra y bufanda, el traje gastado y ese aire de viejo campesino que tanto le había llamado la atención cuando le conoció. No pudo evitar la sonrisa al ver cómo se iluminaban los ojos del hombre al verla.

“Has vuelto pronto”, le dijo mientras le tomaba las manos, cálidas y suaves a pesar de no llevar protección.

“Te echaba de menos”, respondió él, tras besarla delicadamente en los labios. “¿Qué tal el paseo?”

“Bien, pero cada vez me canso más”, le dijo, mientras se dejaba caer en el cómodo sofá del salón.

“Lógico, la pequeña está creciendo”. Las manos de Héctor acariciaban ahora su vientre, sus ojos como intentando escudriñar la vida que crecía en su interior, ver la vida creciendo y convirtiéndose en parte de él, de los dos... Cuando levantó su mirada, Lumia vio en ella parte aquello que le había hecho poner el corazón en las manos de ese hombre: una inmensa capacidad de amar, y un no menor deseo de ser amado. Los años que llevaban juntos se habían pasado volando, desde aquella tarde en que se abrieron sus almas, desde aquella noche en que sus cuerpos se tocaron…

“Te quiero”

“Lo sé, yo estaba enamorada de ti antes de conocerte.”

4 comentarios:

Candas dijo...

Hola, hola, hola, hola, hola...
....
Es maravilloso que hayais vuelto, maravilloso...
Me alegro tanto!!!!!!!
Me traéis tan buenos, cálidos y gratos momentos chicos...
...
...

:)

Teo dijo...

Pasaron a dejar unas notas, un embarazo y un futuro juntos...

Paine dijo...

Me gustó mucho. Eres muy creativo y tierno.

Teo dijo...

Gracias, amiga chilena