domingo, enero 09, 2011

Octubre

¿Dónde estás? ¿Qué fue de ti? Estos últimos años he estado intentando localizarte, saber de tí, ver tus fotos, volver a oír tu voz. Espero que aquello que empezaste cuando terminó lo nuestro te fuera bien, que te casases y tuvieras hijos. Yo no logré superarlo, y durante años intenté encontrarte, primero a través de tus amigos, tus conocidos, tus familiares. Luego, en otras mujeres, en otras vidas. Nunca lo conseguí.

Recuerdo la suavidad de tus mejillas, el tacto de tu piel en mi piel, la sonoridad de tu voz, tus recuerdos de los días de Madrid y Lima, las historias que me contabas de tu familia y sus problemas, tus ganas de superar todo y al mismo tiempo tus ansías de ser querida, de ser aceptada.

Nos encontramos en un momento equivocado. Tú viste en mí al hombre que te podía apartar de la línea del pasado, a aquel que podría hacerte feliz, desafiando todo lo que tu destino te deparaba. Querías que yo fuera tu galante caballero, el esposo dedicado y fiel que te inculcaron las monjas de tu infancia. No pudiste comprender, o lo hiciste muy tarde, que no era sino un niño buscando ser querido, que mi soledad era demasiado grande para ti, no quise ver que las historias de cuento son eso, cuentos.

Desapareciste por la puerta de atrás, sin que me diera tiempo a despedirme, dejándome con la congoja y con la humillación. Con los años aprendí a comprender y a perdonar, pero la herida que me hiciste sigue sangrando de vez en cuando, en días de lluvia, en noches de verano, cuando camino solo por el parque a altas horas de la madrugada, buscando qué sé yo. A veces, en esos momentos, creo oler tu perfume, que me trae el viento traicionero, y una vez creí sentir el tacto de tu pelo, fino y sedoso, como los hilos del recuerdo.

1 comentario:

Candas dijo...

Podremos retener experiencias pasadas toda la vida, pero, las heridas se cierran, se curan y cicatrizan querido Huelquen...