sábado, enero 01, 2011

Mujer de clara piel y oscuros sentimientos

Toda esta actividad no pasó desapercibida para el resto del pueblo, que veía como la cuadrilla de obreros llegaba todas las mañanas a temprana hora, trabajaba de sol a sol, con ligeros descansos para el almuerzo y el sagrado solysombra en el bar de la plaza, y regresaba al viejo Ford AA al atardecer hasta el día siguiente. Muchas cábalas se hicieron sobre las obras y la identidad de la mujer que parecía dirigirlas, hasta que finalmente Abilio, el secretario del Ayuntamiento, tuvo a bien proporcionar noticias frescas en el bar del Casino: la mujer se llamaba Águeda, y había comprado varias casas de la calle Camino a sus antiguos propietarios, solicitando después permiso de obras para abrir un negocio de hostelería.

A partir de ahí casi todos los vecinos se hicieron su propia composición de futuro: los comerciantes se frotaban las manos pensando en los viajeros que llegarían y el dinero fresco que entraría en sus comercios; las jóvenes en edad casadera se ilusionaban con los ricos y varoniles viajeros que se alojarían en el hotel y que, obviamente, quedarían prendados de su belleza; el maestro de la escuela primaria ya preparaba su disertación sobre la noble historia de la villa, mientras el alcalde echaba cuentas sobre los ingresos extras que los turistas iban a reportar a las arcas municipales, y la gran proyección que le traería al pueblo, viéndose ya gobernador provincial y quién sabe si diputado…

Mientas tanto, las obras proseguían a buen ritmo, haciendo que la calle cambiase su aspecto al mismo tiempo que la primera casa se iba restaurando: se repararon los techos y se cambiaron los canalones de latón por unos más modernos y amplios; se reformó toda la fontanería, instalando nuevos y modernos aparatos, como duchas; se completó la instalación de luz eléctrica, tanto en el interior como en el exterior; se arreglaron las viejas ventanas de madera, poniendo cristales nuevos donde faltaban y cambiando las contraventanas rotas por unas nuevas de un lindo color verde manzana; se remendaron los balcones, haciéndolos más seguros y se les pusieron rejas nuevas; se pintaron la fachada y las habitaciones interiores; se colocó una nueva puerta de roble, desechando la antigua de dos batientes, ya muy carcomida…

Pronto comenzaron a llegar regularmente camiones cargados de enseres al pueblo, normalmente a última hora de la tarde, siendo descargados durante la noche, y partiendo a primera hora de la mañana. Los trabajos interiores fueron terminándose con el tiempo, y llegó el momento en que la cuadrilla de albañiles se despidió de la dueña de la casa, con un apretón de manos del viejo capataz. Lo último que hicieron antes de marchar fue colocar un gran cartel a la entrada, con letras doradas sobre fondo rojo, tras lo cual el Ford AA los llevó fuera del pueblo y de esta historia.

1 comentario:

Candas dijo...

"... Voy a cambiar la casa, querido lector; voy a abrir ventanas, sacudir alfombras y limpiar podredumbre en mi alma..."

Y mira, has empezado el año con "rehabilitaciones". Propósito navideño???...